La imagen muestra unas viejas encinas del valle del arroyo Ruinei (en la localidad alistana de San Blas).
Alfonso San Miguel, escribe al inicio del capítulo 10 (denominado "la vegetación arbórea") del libro Manual de buenas prácticas de gestión en fincas de monte mediterráneo de la Red Natura 2000, en referencia a la importancia de los árboles, lo siguiente:
"Aunque tienen una considerable potencialidad productiva, tanto de madera, como de leña, ramón, frutos, corcho, resina, y otros productos, su función principal en los ecosistemas es la que podría encuadrarse en el amplio concepto de la estabilidad. Modifican el microclima existente bajo ellos, amortiguando los extremos térmicos (bajo los árboles hace menos frío en invierno, y menos calor en verano); redistribuyen las precipitaciones, incrementando su contenido en nutrientes, que son lavados por la lluvia de sus hojas y tallos; crean fertilidad mediante su continua labor de bombeo de nutrientes desde el suelo; protegen de la erosión hídrica; contribuyen a la regulación de los ciclos del agua y los nutrientes; reducen la velocidad y el poder de desecación del viento; colaboran en los procesos de formación de los suelos y en su evolución, aportando grandes cantidades de materia orgánica todos los años; incrementan la diversidad estructural de la vegetación, y por consiguiente su riqueza en especies, tanto florísticas como faunísticas; proporcionan refugio y lugares para la cría a la fauna silvestre; son fuente esencial de alimentos para la fauna; fijan carbono; poseen micorrizas que dan lugar a la producción de hongos comestibles, contribuyen a la deposición de partículas sólidas del aire; generan paisaje, etc."